Dejamos Roma, después de tres dias de disfrutarla
a pleno. Cerca del mediodia entregamos la llave en recepcion y nos fuimos del
hotel, que supero mis expectativas, estuvo muy bueno. Caminamos para Termini,
la estacion central, en busqueda del tren que nos llevara a Napoli, el proximo
destino.
Teniamos pensado subir al de las 12:49, pero justo
cuando entramos y fuimos a preguntar si habia alguno antes nos encontramos con
otro que salia en cinco minutos. Subimos prácticamente corriendo. Lo vimos en
la terminal a Diego, que tambien estaba por Roma y se iba a Venecia.
El tren es el regular, tarda dos horas en llegar y
los asientos son cabinas para seis personas. Nos acomodamos contra la ventana,
enfrentados, surante la primera parte del viaje. Tuvimos que cambiarnos cuando
subio un grupo de italianos con reserva en ese mismo lugar y fuimos al primer
vagon del tren.
A pocas cuadras teniamos al Hotel Ginevra donde
nos hospedamos. En el ingreso ya nos arrepentimos, dos pisos por escalera hasta
llegar a las habitaciones y justamente una habitación que parecia la de
servicio. Sin nada de espacio, baño compartido, sin televisión y un balconcito
sin sentido. Ah, lo peor de todo era que no tenia aire. Por suerte caminamos
todo el dia, casi no estuvimos en la habitación, solo para dormir.
Nos habian marcado en información varios lugares
para recorrer. El primer dia caminamos por Corso Alberto, una calle principal
con negocios que deriva en el gran castillo que tiene la ciudad enfrente del
puerto. Llegamos nos sacamos fotos y volvimos por otra paralela que se llama Toledo.
Ahí a Tati se le abrieron los ojitos y la sonrisa cuando vio a Zara, H&M y
cientos de locales con un gran “Saldi” escritos en las vidrieras. Pantalones y
buzos por 8 euros, remeras por 3, camperas por 15, todo rebajado por fin de
temporada. Solo pudimos comprar un par de cosas porque nos olvidamos el
pasaporte para comprar con la tarjeta.
Comimos pizza, la especialidad, en el lugar donde
nacio y estaba muy rica. Nos sirvieron en combo con papas fritas y Coca que
comimos en la calle antes de volver al hotel.
Al otro dia regresamos, ahora si con la tarjeta
preparada y ganas de mirar. Yo estuve tranquilo compre 4 o 5 prendas, pero Tati
se destapo. No se todo lo que habra comprado, todo le gustaba y hasta se
quejaba de que prendas que tambien queria no habia de su talle. Ya con las
bolsas fuimos un poco a recorrer la ciudad, primero al centro historico y luego
al Palacio enfrentado a la gran Opera. Entramos y del otro lado una hermosa
vista de la ciudad, parece que estabamos lejos, caminamos mucho.
Antes de regresar nos tiramos en una plaza debajo
de un arbol, en la sombra, a descansar un rato. Volvimos en bus, nos costo
conseguir el pasaje porque pocos lugares lo venden y lejos de la parada del
colectivo. Era la linea R2, que parecia el 60 a las 4 de la tarde. Lleno de
gente, pero como lo tomamos en una de las primers paradas fuimos sentados. Me
gusta la puntualidad que tienen los medios de transporte. En las paradas tienen
un cartel que indica en cuanto tiempo llega y lo cumplen a medida.
Ultima noche, antes de
irnos comimos en una especie de cantina, nos faltaba probar los spaguettis
italianos. Pedimos con bolognesa, no nos ofrecieron queso, parece que esta
prohibido y nos acercaron una cuchara con tenedor para comerlos a su estilo.
Tati, a escondidas, se animo a cortarlos. Crimen.
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