Todavía no caigo. Tantos días antes esperando, con la
cuenta regresiva y por fin llego. Tantas noches con sueños, algunas pesadillas,
pero es una certeza. Nos vamos de viaje. Sin embargo, este tiene un sabor
especial, no es uno más, todo lo contrario. El destino y el tiempo son
protagonistas de esta aventura. Digo dos meses y suena solo como una frase
hecha, no puedo tomar la dimensión de lo que sucederá en las próximas semanas.
La
mayor apuesta es disfrutar el “hoy”, sin pensar tanto en lo siguiente ni en el
“mañana”. Cada momento, cada paso y cada mirada son fundamentales. Sé que
dentro de algunos años quedará marcada cada una de las anécdotas.
El condimento increíble será compartir todos estos
momentos con mi amor, Tati, convivir prácticamente, caminar por esta travesía
tan especial y ayudarnos uno al otro. El idioma, las costumbres y muchos países
en los cuales la misión es aprender de la experiencia. Sabemos que la oportunidad
que se puso enfrente es única. Posiblemente sea irrepetible, a esta edad nos
podemos dar el lujo, pero de grandes las cosas cambian.
Me
costó mucho dormir la noche anterior. No era el miedo al avión. Quizá una
mezcla de ansiedad, locura, felicidad. Muchas sensaciones se unificaron para
que la cabeza no pare de pensar en el día siguiente. Finalmente desperté a las
10 de la mañana, en mi cama estirado y pensando también que no voy a dormir
solo, afortunadamente, por un tiempo prolongado. La ducha confirmó que no
estaba soñando, que el día había llegado. Los últimos detalles son los mas
delicados, el momento en que no hay que olvidarse nada en casa. Llamaron muchos
para despedirse, como si me fuera a vivir a otro lugar, con cientos de consejos
y advertencias. Antes de irme despedí a Milton, seguramente sabe en su interior
que me voy, estuvo al lado mío en todas las confirmaciones de los vuelos y
hoteles, preparando la valija.
Puse
la alarma de casa y salimos, va a ser extraño no estar en tanto tiempo, me
siento raro sin llaves, sin tantas preocupaciones y con tanta gente buena
alrededor que me pide que gaste y disfrute todo lo que pueda. En la camioneta
me dejaron ir adelante como a un invitado estelar. No había nadie en la
autopista, llegamos rápido y en Ezeiza había poca gente. Por casualidad o
causalidad llegamos al mismo tiempo con la familia de Tati. Empecé a ver caras
conocidas: los madrijim, compañeros, sus familiares. Las caras eran de “no
puedo creer que ya nos vamos”, una actitud unánime. Encontramos valijas de
todos los tamaños, siempre esta el que lleva un bolsito mini, fue Tomi, el
chico de La Plata
que me comento que llegó en micro. En el otro extremo, muchos con bolsos
enormes, como en mi caso, y la sensación de que no llevamos nada.
Rápidamente
hicimos el “Check in” y a las 13:45 nos encontrábamos en la escalera mecánica.
Alan y Daiu me compraron una gorra de Argentina para usar con orgullo, sobre
todo en Nápoles y Londres. Debíamos despedirnos. Primero Dani, Moni y Cami y
después lo mas difícil. Alan, Daiu, luego Papa y por último Mama, que se le
notaba que intento en todo momento aguantar el llanto y no pudo lograrlo en el
final (al igual que Dani). Era una película, yéndonos por la escalera y
sacudiendo los brazos con ese saludo que no tiene final.
Nos
juntamos todos en ronda, con Tati (madrijá) y Guido que nos dieron las
instrucciones para emprender el viaje y entramos. Migraciones, declaración de
objetos que llevamos y al Free Shop. Nos dieron una hora para pasear y fuimos
al VIP de American Express, donde lamentablemente Tati no pudo entrar, pero
después le saqué comida en la mochila. Incluso, como Nico Zayat tenía la Platinium , ingresamos al
sector especial. Bebidas, snacks, sandwichitos, de todo. Con un gusto aún más
rico que es el aperitivo de la gratuidad.
Fuimos
entrando a las 16 al avión. Cada uno en su lugar y por suerte al lado de Tati.
Ella contra la ventana y yo al costado en el asiento 38J, con miedo obviamente,
pero tratando de relajar, con la pelotita que me dio para apretar. En el
monitor no había mucha variedad, incluso casi todo en inglés y alemán por la
aerolínea Lufthansa. Si no nos decían, nos dábamos cuenta por la puntualidad.
Ruido
de turbinas, preparado en la pista y comenzó la travesía. Despegamos con
maestría, no había viento, el cielo despejado, día perfecto para volar. Dio
unos giros y rápidamente estuvimos encima de las nubes. Antes de las 18:30 nos
dieron la cena. No tenía nada de hambre y era Kosher. Igualmente comí algo de
la carne con la pasta y el postre de manzana.
Las
horas no pasaban, miraba el reloj cada diez minutos y era increíble. Si hay
cosas difíciles, una de ellas es dormir en un avión. Todavía peor cuando el
botón para reclinar mínimamente el asiento no funciona. Mil intentos y todos
fracasos. Se hizo de noche y la mayoría durmiendo, algunos aprovechando doble
lugar y otros en posiciones insólitas. No era mi caso, camine por el pasillo,
hable con los chicos y comimos Toblerone, prácticamente te pedían por favor que
comas y tomes. Nos conocimos un poco más, analizamos los destinos y tratamos de
coincidir con alguno.
Dormí
algo antes de llegar a Frankfurt. Empezó a aterrizar. Ponerse los cinturones,
comenzó la otra parte complicada. Se movió muy poco, incluso cuando las ruedas
tocaron el suelo ni se sintió. Hubo aplausos de descargo por haber llegado
luego de un viaje muy largo, cerca de 13 horas. Falta mucho, hicimos el ingreso
y 10 horas de tiempo hasta la conexión hasta Tel Aviv. Es un aeropuerto enorme,
dicen que el mas grande de Europa. Solo comentar que nos tomamos un micro y
caminamos bastante para llegar al sector apropiado. Genera envidia ver el suelo
y ver la limpieza sin un solo papel. El orden, aunque a veces esa autoridad
sobrepasa los límites.
Hicimos
tiempo, no quedaba otra, pudimos recorrer todo el aeropuerto, comimos en Mc
Donald’s donde pude pagar con débito. Increíblemente, luego de pasar por el
Free Shop y de algunos locales como Tiffany & CO, nos encontramos con el
“Casino Airport Frankfurt”. Nunca pensé que podía existir en este lugar un
casino, hasta donde llega el vicio por vencer al tiempo. Sin embargo, no había
mucha gente, quizá porque la mínima era 10 euros. Sólo entramos para conocer y
ver los símbolos en alemán muy extraños.
La
espera fue tediosa, por suerte con algunas actividades, otras siestas y con
lectura de revistas pasaron las casi 12 horas. Internet era pago, tanto en el
aeropuerto como en el avión, algo así como 11 euros la hora. Último tramo, no
imaginé que tanta gente podía viajar desde esta ciudad a Tel Aviv, el avión aún
más lleno que el primero y solo en el asiento 38 G. No hubo suerte en la elección
de asientos cuando hicimos el Check In en Ezeiza. Despegó a las 22:50, con
cerca de 4 horas por delante aproveché para descansar, cenar y pensar en el
viaje. Faltaba poquito para llegar, Israel a pocos minutos.

HERMOSA IDEA, DAMY.
ResponderEliminarME ENCANTA, VOY A SEGUIR ESTE VIAJE COMO SI FUERAS UNO MAS DE MI FAMILIA.
QUE LO DISFRUTEN MUCHIIIISIMO!!!!!
BESOS
MARINA KALMAR
QUE LINDOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOSS!!!
ResponderEliminarDISFRUTEEEN