martes, 24 de julio de 2012

Llegó el día


Todavía no caigo. Tantos días antes esperando, con la cuenta regresiva y por fin llego. Tantas noches con sueños, algunas pesadillas, pero es una certeza. Nos vamos de viaje. Sin embargo, este tiene un sabor especial, no es uno más, todo lo contrario. El destino y el tiempo son protagonistas de esta aventura. Digo dos meses y suena solo como una frase hecha, no puedo tomar la dimensión de lo que sucederá en las próximas semanas.


La mayor apuesta es disfrutar el “hoy”, sin pensar tanto en lo siguiente ni en el “mañana”. Cada momento, cada paso y cada mirada son fundamentales. Sé que dentro de algunos años quedará marcada cada una de las anécdotas.
El condimento increíble será compartir todos estos momentos con mi amor, Tati, convivir prácticamente, caminar por esta travesía tan especial y ayudarnos uno al otro. El idioma, las costumbres y muchos países en los cuales la misión es aprender de la experiencia. Sabemos que la oportunidad que se puso enfrente es única. Posiblemente sea irrepetible, a esta edad nos podemos dar el lujo, pero de grandes las cosas cambian.
Me costó mucho dormir la noche anterior. No era el miedo al avión. Quizá una mezcla de ansiedad, locura, felicidad. Muchas sensaciones se unificaron para que la cabeza no pare de pensar en el día siguiente. Finalmente desperté a las 10 de la mañana, en mi cama estirado y pensando también que no voy a dormir solo, afortunadamente, por un tiempo prolongado. La ducha confirmó que no estaba soñando, que el día había llegado. Los últimos detalles son los mas delicados, el momento en que no hay que olvidarse nada en casa. Llamaron muchos para despedirse, como si me fuera a vivir a otro lugar, con cientos de consejos y advertencias. Antes de irme despedí a Milton, seguramente sabe en su interior que me voy, estuvo al lado mío en todas las confirmaciones de los vuelos y hoteles, preparando la valija.
Puse la alarma de casa y salimos, va a ser extraño no estar en tanto tiempo, me siento raro sin llaves, sin tantas preocupaciones y con tanta gente buena alrededor que me pide que gaste y disfrute todo lo que pueda. En la camioneta me dejaron ir adelante como a un invitado estelar. No había nadie en la autopista, llegamos rápido y en Ezeiza había poca gente. Por casualidad o causalidad llegamos al mismo tiempo con la familia de Tati. Empecé a ver caras conocidas: los madrijim, compañeros, sus familiares. Las caras eran de “no puedo creer que ya nos vamos”, una actitud unánime. Encontramos valijas de todos los tamaños, siempre esta el que lleva un bolsito mini, fue Tomi, el chico de La Plata que me comento que llegó en micro. En el otro extremo, muchos con bolsos enormes, como en mi caso, y la sensación de que no llevamos nada.
Rápidamente hicimos el “Check in” y a las 13:45 nos encontrábamos en la escalera mecánica. Alan y Daiu me compraron una gorra de Argentina para usar con orgullo, sobre todo en Nápoles y Londres. Debíamos despedirnos. Primero Dani, Moni y Cami y después lo mas difícil. Alan, Daiu, luego Papa y por último Mama, que se le notaba que intento en todo momento aguantar el llanto y no pudo lograrlo en el final (al igual que Dani). Era una película, yéndonos por la escalera y sacudiendo los brazos con ese saludo que no tiene final.
Nos juntamos todos en ronda, con Tati (madrijá) y Guido que nos dieron las instrucciones para emprender el viaje y entramos. Migraciones, declaración de objetos que llevamos y al Free Shop. Nos dieron una hora para pasear y fuimos al VIP de American Express, donde lamentablemente Tati no pudo entrar, pero después le saqué comida en la mochila. Incluso, como Nico Zayat tenía la Platinium, ingresamos al sector especial. Bebidas, snacks, sandwichitos, de todo. Con un gusto aún más rico que es el aperitivo de la gratuidad.
Fuimos entrando a las 16 al avión. Cada uno en su lugar y por suerte al lado de Tati. Ella contra la ventana y yo al costado en el asiento 38J, con miedo obviamente, pero tratando de relajar, con la pelotita que me dio para apretar. En el monitor no había mucha variedad, incluso casi todo en inglés y alemán por la aerolínea Lufthansa. Si no nos decían, nos dábamos cuenta por la puntualidad.
Ruido de turbinas, preparado en la pista y comenzó la travesía. Despegamos con maestría, no había viento, el cielo despejado, día perfecto para volar. Dio unos giros y rápidamente estuvimos encima de las nubes. Antes de las 18:30 nos dieron la cena. No tenía nada de hambre y era Kosher. Igualmente comí algo de la carne con la pasta y el postre de manzana.
Las horas no pasaban, miraba el reloj cada diez minutos y era increíble. Si hay cosas difíciles, una de ellas es dormir en un avión. Todavía peor cuando el botón para reclinar mínimamente el asiento no funciona. Mil intentos y todos fracasos. Se hizo de noche y la mayoría durmiendo, algunos aprovechando doble lugar y otros en posiciones insólitas. No era mi caso, camine por el pasillo, hable con los chicos y comimos Toblerone, prácticamente te pedían por favor que comas y tomes. Nos conocimos un poco más, analizamos los destinos y tratamos de coincidir con alguno.
Dormí algo antes de llegar a Frankfurt. Empezó a aterrizar. Ponerse los cinturones, comenzó la otra parte complicada. Se movió muy poco, incluso cuando las ruedas tocaron el suelo ni se sintió. Hubo aplausos de descargo por haber llegado luego de un viaje muy largo, cerca de 13 horas. Falta mucho, hicimos el ingreso y 10 horas de tiempo hasta la conexión hasta Tel Aviv. Es un aeropuerto enorme, dicen que el mas grande de Europa. Solo comentar que nos tomamos un micro y caminamos bastante para llegar al sector apropiado. Genera envidia ver el suelo y ver la limpieza sin un solo papel. El orden, aunque a veces esa autoridad sobrepasa los límites.
Hicimos tiempo, no quedaba otra, pudimos recorrer todo el aeropuerto, comimos en Mc Donald’s donde pude pagar con débito. Increíblemente, luego de pasar por el Free Shop y de algunos locales como Tiffany & CO, nos encontramos con el “Casino Airport Frankfurt”. Nunca pensé que podía existir en este lugar un casino, hasta donde llega el vicio por vencer al tiempo. Sin embargo, no había mucha gente, quizá porque la mínima era 10 euros. Sólo entramos para conocer y ver los símbolos en alemán muy extraños.
La espera fue tediosa, por suerte con algunas actividades, otras siestas y con lectura de revistas pasaron las casi 12 horas. Internet era pago, tanto en el aeropuerto como en el avión, algo así como 11 euros la hora. Último tramo, no imaginé que tanta gente podía viajar desde esta ciudad a Tel Aviv, el avión aún más lleno que el primero y solo en el asiento 38 G. No hubo suerte en la elección de asientos cuando hicimos el Check In en Ezeiza. Despegó a las 22:50, con cerca de 4 horas por delante aproveché para descansar, cenar y pensar en el viaje. Faltaba poquito para llegar, Israel a pocos minutos.

2 comentarios:

  1. HERMOSA IDEA, DAMY.
    ME ENCANTA, VOY A SEGUIR ESTE VIAJE COMO SI FUERAS UNO MAS DE MI FAMILIA.
    QUE LO DISFRUTEN MUCHIIIISIMO!!!!!
    BESOS
    MARINA KALMAR

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  2. QUE LINDOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOSS!!!
    DISFRUTEEEN

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