En el
desayuno nos presentaron a nuevos compañeros: Leandro, Tamar, Danielle, Adaz y
Hortal. Son chicos de nuestra edad, parecen mucho más grandes posiblemente
porque debieron madurar rápido. Principalmente para realizar los tres años
obligatorios de actividad en el ejercito y los 40 días anuales después de
terminar este periodo. Solo hablaban ingles, por lo que entre todo intentamos
presentarnos y conocernos. En el micro intentaba entender y algunas cosas no entendía.
Max con Sami me traducían, pero a veces no exactamente lo que decían, a veces
con cosas inventadas subidas de tono ya que igual no entendían.
En
casi todas las actividades primero aprendemos a nivel teórico para luego
enfrentarnos con lo práctico. Por eso es que en principio vimos una animación,
donde esta reconstruido el Templo antes de su destrucción. Es increíble, una
arquitectura que con la tecnología de aquel entonces parece utópico que haya
sido realizado. En el patio de sus alrededores el tamaño de doce canchas de
futbol, una gran escalera para el ingreso de 25 metros de altura con forma
oblicua que conforma el arco más grande construido hasta ese momento. Previo al
ingreso, las personas debían purificarse y la estructura tenia su techo
completamente en oro.
Cuentan
que para el Shabat un hombre se encargaba de tocar el shofar para avisarle al
pueblo, el sonido llegaba a los oídos de todos los habitantes. Desde cualquier
punto de Jerusalem era visto. El cine interactivo del Museo Arqueológico nos
llevo por cada rincón, pude trasladarme a aquel lugar, a esos años y ver algo
que sucedió hace dos mil años atrás.
Además, en este museo hay cientos de
muestras, diseños a escala, historias, tristezas transmitidas pero con
esperanza hacia el futuro. La primera parte que vimos fue el ingreso, que
mantiene todo lo posible que quedo después de la destrucción. Piedras en el
piso, el principio de la escalera, escritura en una de las piedras y
demostración de lo que puede llegar con el odio.
Hicimos
una actividad ya conocida de las reuniones previas al viaje. EL conocido “Uy
que flash” para contar un poco de nuestras vidas y que los chicos nuevos puedan
involucrarse al grupo. Increíble cuando en el momento que entraron a hablar los
chicos israelíes lo hicieron en español. Al principio pensamos que habían
aprendido una frase y espontáneamente aplaudimos. Pero luego, comentaron que sabían
el idioma, era todo una actuación, Leandro nació incluso en Argentina. Al
principio sorpresa y después vergüenza por todas las cosas que habíamos dicho
delante de ellos. Sami pidió perdón, al igual que Max. Fue muy gracioso el
momento, de los más divertidos de los pocos días que llevamos.
Caminamos
por el barrio judío, por un mercado y pasamos por un templo nuevo, construido
hace dos años por estas calles. También visitamos algunos negocios. Sacamos
fotos con una obra de arte que hace alusión a las calles y la gente
tradicionalmente de los años que hablamos antes.
Llego
el momento, Guido y Tati nos hicieron hacer una fila, uno detrás de otro,
agarrados de las manos. La consigna era cerrar los ojos y caminar sin soltarse,
guiarse por quien tenias delante tuyo. Bajar ocho escalones subir otros tantos,
caminar derecho, doblar con las voces cerca y la gente caminando por al lado.
Con un grado de ansiedad, pasos cortos hasta que llegamos al lugar indicado.
Tati leyó un cuento que resumía el paso de los años, el significado de lo que teníamos
enfrente, pero que todavía no podíamos ver. Las imágenes y la historia aparecían
en mi mente como si fuera parte de todos estos años que transcurrieron desde la
creación del Templo. Mi cuerpo temblaba y tenia piel de gallina, las manos
transpiradas, la respiración acelerada y el sol que hacia aun mas intensa la
situación.
¡Abran
los ojos! Estaba ahí, la inmensidad del Muro, una imagen muy fuerte, difícil de
describir con palabras. La impresión de que el sentido de pertenencia se fortalecía,
en ese momento entendí lo que sintieron cada uno de los que me contaron. Lo teníamos
a 100 metros de distancia, para verlo todo como una postal. Los ojos de muchos
se enrojecieron, algunas lágrimas quedaron incrustadas en el suelo como
millones, todas se juntan. Nico me pidió que le sacara una foto, no podía creer
que mi mano temblara con esa velocidad, mi interior me transmitía para afuera
toda esa adrenalina contenida.
Bajamos
a estar cerca, antes de separarnos hombres y mujeres, Benjamin nos contó más de
lo que significa. Nos sacamos fotos y cada uno por su lado. Estuve cinco
minutos a dos metros sin tocarlo, no podía, me sentí indefenso, extraño. Me
detuve a ver como eran las emociones de quienes me rodeaban, mucha gente
ortodoxa y otros tantos laicos rezando, emocionados. Llanto que no es de
felicidad, tampoco es de tristeza, es un llanto distinto a todos los demás.
Finalmente
me anime, toque una de las infinitas piedras que supo mantenerse de pie a pesar
de ambas destrucciones. Nunca creí mucho en la religión, pero en el Kotel lo único
que se me ocurrió fue hablarle internamente, agradecerle, pedirle deseos. Fue
lo que sentí. La particularidad de la división con la mujer no la comparto,
encima es notoria la diferencia entre los sectores, mucho mas amplios e
importantes del lado del hombre y mujeres subidas a una silla para mirar por
encima de las vallas al sector de los hombres. Podría ser una cosa para
corregir algún día. Nos fuimos sabiendo que en horas volvíamos para recibir al
Shabat.
Media
hora tardamos hasta un lugar para comer, fue en un Shuk (mercado) donde vendían
de todo, no solo comida y estaba repleto de gente. Esto ocurre todos los
viernes, el pueblo va a hacer las compras para el shabat. Comí dos ciruelas y
un durazno mientras esperaba a que terminen Nico, Max y Ari sus respectivos
falafel.
Volvimos
al hotel, un rato para bañarse, descansar y volver al Kotel a empezar el
Shabat. Una experiencia hermosa, ver a la gente feliz, abrazada y cantando para
recibir el día de descanso. Saltamos con ellos en algunas ocasiones. No se
puede creer la gente que había, de todas las corrientes de judaísmo, cada uno a
su manera. Deje los deseos míos y los que me habían mandado de casa, con mucha
dificultad para encontrar el lugar apropiado.
Volver
fue una travesía dolorosa en algún punto. Fue caminando ya que no se puede usar
un transporte. Cerca de una hora desde el Muro hasta el hotel, contando y
analizando lo que siente cada uno sobre lo que vivimos ya que es muy personal.
Cenamos y nos preparamos para una actividad con Beto, el que nos acompaña
especialmente para compartir las vivencias de un Shabat en Israel. Es curioso
que se vacíe en su gran mayoría.
Tuvimos
una actividad para resumir el día, para entender en que consiste el sábado y
contar entre todos que es el judaísmo a nivel personal y como se siente estando
en el país. Después, me fui directo a dormir, no daba más física ni
mentalmente. Los chicos se quedaron en una habitación, haciendo de este el día mas
largo y más emocionante de este viaje que ya capturo el nombre de inolvidable.
COMENTEN!!!
Es un viaje único e inolvidable, disfruta de cada momento que es unico.
ResponderEliminarAca te extrañamos mucho.
Te quiero.
Alan.