martes, 24 de julio de 2012

Rosh Hanikra, Akko, Tiberias


No entiendo si tengo que cambiar el día en algún momento, es que generalmente ésto ocurre cuando uno se despierta. Pero, la última vez que dormí fue el sábado a la noche y acabamos de llegar a Tel Aviv siendo martes a las 4 de la madrugada.
Bajamos y en el aeropuerto ya se sentía el calor del verano. Pasamos por la seguridad que te hace preguntas antes de ingresar al país y rápidamente encontramos las valijas. Me puse contento cuando el celular de Tati se conectó al Wifi ya que era un horario ideal para llamar a casa (lunes a las 10 de la noche, 6 horas menos que acá). Hablamos con papá y mamá, comentamos como fue el viaje agotador y nos saludamos hasta mañana que se van a Buzios.
Cambié pocos Shekels (el cambio esta 4 a 1 con respecto al dólar, un poco mas caro que el peso) antes de subir al micro y la ropa por una bermuda, remera y ojotas. Nos recibió Benjamin, el guía que no paro de hablar con mucha buena onda. Nació en Uruguay por lo que habla todo en español a diferencia del chofer que no le escuche la voz.
Nos llevaron directamente a un Kibutz, como si fuera un barrio cerrado donde hace un tiempo se manejaban de manera utópica similar al Comunismo, según nos explican. Luego de un tiempo se privatizó la mayoría y se modificó en su esencia. Ahí desayunamos, algunos comieron ensaladas de todos los gustos. En mi caso pan con queso, facturas y postresitos como si fueran Shimis muy ricos, con Jony prometimos competencia para ver quien come más.
Nos dieron la bienvenida a través de un representante de Taglit que se llama Ezequiel. Contó de las experiencias que nos van a dejar compartir estos momentos, nuevamente comentó las reglas de no emborracharse, drogarse, robar y finalizó con un cuento muy lindo: dos personas en el desierto, sin agua, a punto de morir que se encuentran con un viejito que a cambio de salvarlos les dice que tienen que ir a un lugar con piedras en el bolsillo. Solo llevan unas pocas y a la mañana siguiente se convirtieron en oro. La moraleja: levantar y disfrutar todas esas experiencias (piedras) de estos días y aprovechar cada hora del viaje.
Emprendimos camino hacia el norte de Israel, nuestro primer objetivo. Dos horas de viaje en micro, con un calor que atraviesa los vidrios, con el cansancio acumulado, pero disfrutando de la belleza de los paisajes que se encuentran al costado de la ruta. Muchas montañas, árboles con variedad de flores y casas en las alturas.
Pasamos por Haifa, una de las ciudades más pobladas, y nos dirigimos hasta la frontera con Líbano y al punto más alto del Mediterráneo en Israel. La ciudad se llama Rosh Hanikra, donde el agua del mar golpeó tanto unas piedras durante siglos que formaron unas cuevas que recorrimos. El sol era sofocante, una hermosa vista con el mar de fondo y mucha historia. Vimos una película y recorrimos el lugar. En la Segunda Guerra Mundial este lugar tuvo un rol preponderante, como refugio para sobrevivientes del Holocausto y lugar estratégico en la independencia israelí nunca reconocida por Líbano y que ocasionó continuos conflictos.
Antes de irnos nos encontramos ese límite, no se puede pasar y hay una guardia militar. Justo había un velorio de un libanés que tenían permitido llegar hasta este sitio y luego pasa sólo la ambulancia donde traslada el cuerpo sin los familiares. Una verdadera locura.
A 20 minutos de distancia estaba Akko (Acre), un sitio legendario donde la historia aparece en cada rincón. Es imponente lo que realizaron hace siglos y qu todavía no ha sido descubierto. Los cruzados vivían ahí hasta el despojo por parte de la iglesia. Estaba su sala de reuniones, el baño, una cárcel que se utilizó para presos políticos. Es el templo de muchas religiones, sagrado. Tiene la particularidad de convivencia entre árabes y judíos con respeto de ambas partes. El mercado era muy extraño, lleno de negocios y mucha comida que solo comí fruta. En esta fecha están celebrando una de sus fiestas donde no pueden comer durante el día que dura desde las 6 de la mañana hasta las 10 de la noche.
Nos fuimos para el hotel en Tiberias por fin (una hora de viaje), después de estar nómades desde que salimos. Nos recibieron con jugo porque es increíble el calor que hace. Por suerte el aire acondicionado es muy bueno y las habitaciones de 3 personas que comparto con Dani y Ari.
Dormimos una siesta ansiada hace largas horas, nos duchamos y cenamos. Una actividad que redondeo la bienvenida con el “juego del paquete” y libertad para ir a descansar. Mañana tempranito hay que levantarse, a las 7 desayunamos.

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